Poca gente sabe que a fines del siglo XIX, un inventor que se desempeñó en la Universidad Nacional de La Plata diseñó lo que podría haber sido el primer submarino argentino. El creador de esto fue el ingeniero Tebaldo Ricaldoni, y en esta entrada del blog contaré su historia.
Ricaldoni nació el 24 de mayo de 1865 en Montevideo, Uruguay. Terminó el secundario a los 15 años y viajó para radicarse en Buenos Aires, donde se recibió de ingeniero a los 19 años. Allí vivió un tiempo en la casa de Bartolomé Mitre, hasta que se trasladó a la ciudad de La Plata.
Ya en La Plata, fue elegido por Joaquín V. González para crear el Instituto de Física de la naciente Universidad Nacional de La Plata. Sin embargo, este instituto fue disuelto en 1905 y Ricaldoni desplazado.
Fue el primer doctor en ingeniería del país y también logró doctorados en física y matemáticas. Se encargó de desarrollar esto como docente en la UNLP y el Colegio Nacional de Buenos Aires.
En estos años trabajó en su taller particular desarrollando numerosos inventos como un receptor de telegrafía sin hilos, un reductor de voltaje, una boya de salvataje, un panoramoscopio, un desvía torpedos y un modulador de radio (que le obsequió a Guillermo Marconi, quien años más tarde recibiría el Premio Nobel de Física por sus aportes a la radiofonía).
También en diseñó un prototipo de submarino, cuya descripción cito a continuación (del texto “Tebaldo Jorge Ricaldoni: ¿inventor o científico?”):
Fue su “primer y más querido invento” (Caras y Caretas 1918), y el que despertó más eco en la prensa local. Por lo complejo de su diseño, que perfeccionó a lo largo de varios años, y lo revolucionario de sus innovaciones, merece que nos detengamos en su descripción. Es éste otro invento inspirado en la naturaleza, pues el principio de su diseño está basado en los peces y en sus métodos para emerger y sumergirse. “Nunca se tendrá dominio del aire sino imitando a las aves, y nunca se tendrá el dominio del mar sino imitando a los peces” (Ricaldoni, Apuntes: 691). El caso del submarino es el único que encontramos descripto en detalle por el propio Ricaldoni, en un cuaderno titulado “Mi submarino – 1900”, y en unas memorias impresas tituladas “El submarino Ricaldoni”.Pese a que fue considerado por el capitán de navío Domecq García como “la torpedera más formidable del mundo”, el proyecto fue descartado por una comisión de altos oficiales de la Armada Argentina argumentando que “En nuestra Armada no sabríamos qué rol asignarle [...] No hay necesidad de ocuparnos de submarinos”.
La historia de este desarrollo está llena de frustraciones, pues pese a los arduos años de lucha contra la burocracia, no consiguió que el proyecto del submarino, que Ricaldoni donó a la Armada Argentina, fuera construido. Autodefiniéndose como pacifista, Ricaldoni ideó este submarino para defensa de nuestros estuarios. Una característica saliente del proyecto, que incluía 27 inventos, es la gran cantidad de dispositivos de seguridad para proteger la vida de los tripulantes.
Hasta 1889 ninguno de los múltiples intentos de un “buque submarino” había tenido éxito. La Marina de Estados Unidos llamó a un concurso para la construcción de buques submarinos, en el que se fijaban 17 requisitos para aprobar la construcción, y se daba al ganador un premio de “quinientos mil dollars”. A fines de 1892 Ricaldoni ofreció en donación al ministerio de Marina argentino el proyecto de su submarino, y le pidieron que se ajustara a las condiciones enunciadas por EEUU. Meses después Ricaldoni presentó un escrito, donde no sólo se cumplían esas 17 condiciones, sino que se agregaban 11 mejoras más. Dos veces estuvo por ser construido en el país, “la última, hace un año y medio, en un astillero metropolitano por un conocido industrial fallecido recientemente en Italia” (La Razón 1918).
Técnicamente, la mayor novedad en la propuesta de Ricaldoni era el mecanismo de control de la profundidad, que consistía en una modificación del empuje provocada por un cambio de volumen del submarino. Esta idea surgió de considerar el mecanismo usado por los peces, y parece haber sido altamente satisfactoria. Mientras que el resto de los submarinos del momento tardaban decenas de minutos en sumergirse, exponiéndose al peligro en caso de un ataque enemigo, el submarino Ricaldoni tardaba segundos en dejar la superficie. El cambio de volumen se lograba mediante el movimiento de cuatro cilindros que sobresalían del casco, y eran accionados “por medio de aire comprimido, eléctricamente a través de servomotores o en forma manual”. Tenía además la posibilidad de control automático de la profundidad por medio de un manómetro asociado a un servomotor que accionaba las hélices verticales: dos en la parte superior y dos en la parte inferior del casco. Un tercer control, de uso en navegación, era mediante los timones de profundidad.
Otra prestación importante del submarino era la posibilidad de lograr horizontalidad estando en reposo, por medio de un sistema automático que consistía en un péndulo que, fuera del equilibrio, tocaba unos contactos eléctricos que accionaban en forma alternada las hélices verticales (arriba a proa y abajo a popa, o viceversa). Esta característica, sumada a la posibilidad de cambiar de rumbo mediante las hélices horizontales situadas a los costados de la proa, hacían que el submarino pudiera orientarse con precisión para disparar los torpedos.
El submarino, de acuerdo a los planos y las memorias, tenía una eslora de 40 metros, 4.8 metros de manga, y su propulsión la proporcionaba un motor eléctrico alimentado a baterías de cloro-cromov. La velocidad obtenida era de 15 nudos a flote, 12 nudos a flor de agua y 8 nudos bajo el agua, y podía marchar 30 horas a flote y dos horas sumergido. La construcción era en hierro laminado con cuadernas en forma de T, y en una de las versiones el espesor de las cuadernas era variable, disminuyendo a proa y popa, para optimizar el peso y su distribución.
Para el control de la atmósfera interna había dos sistemas: el primero consistía en expeler al exterior el aire servido y reemplazarlo por el aire contenido en los cilindros. De éstos, tres contenían aire y uno oxígeno. La otra posibilidad era la reconstitución del aire por medio de un proceso químico.
Había en el submarino varios sistemas de seguridad para proteger la vida de los tripulantes. En primer lugar, para evitar bruscos cambios de profundidad, el submarino estaba equipado con planos laterales desplegables que hacían más lentos los movimientos verticales. Para el caso de que el submarino perdiera flotabilidad, poseía dos quillas: una fija y una móvil, que podía ser desprendida en caso de emergencia. Tenía además varios arraigos de los que podía ser enganchado para ser izado a la superficie. La boya de salvataje completaba el equipo de seguridad.
En el ataque existían dos posibilidades: la primera era la de torpedear al buque enemigo, y la segunda era la de enviar un buzo a colocar explosivos de acción retardada debajo de naves enemigas fondeadas.
El diseño del submarino fue perfeccionándose con el pasar de los años, y se construyó una maquetavi de 1,7 metros de eslora, capaz de sumergirse y emerger, y dar marcha adelante y atrás. Tenía como opción para tiempos de paz una modificación en la superestructura. Sin embargo, el proyecto fue cuestionado y vuelto a considerar varias veces, estudiado por comisiones, y recibió tanto críticas como elogios. Finalmente, después de marchas y contramarchas, el expediente de su construcción fue archivado y el submarino nunca fue construido por la Armada. Es de destacar, según palabras de Romano Yalour, “la similitud entre los mecanismos imaginados por el ingeniero Ricaldoni, concebidos a fines del siglo XIX, con los aplicados en la actualidad, con el objeto de lograr los mismos efectos de compensación obtenidos en los submarinos modernos” (Romano Yalour 1988). El mismo autor sugiere que este proyecto fue demasiado atrevido para los conceptos de su época, y que tal vez eso explique la resistencia obstinada, aplicada a su rechazo, y “la mentalidad vigente... que actuaron naturalmente proclives a no considerar viables tan evolucionadas ideas”. De haber sido aprobada su construcción, la Marina Argentina hubiera contado con submarinos cuarenta años antes de la incorporación de los primeros Tarantinos (1933).
La cámara de Diputados le asignó un presupuesto para construirlo, pero quedó estancado en el Senado y fue archivado tiempo después. Pese a esto, el ingeniero construyó un modelo e hizo la prueba, pero ni eso sirvió para convencer a las autoridades para apoyar su proyecto.
Finalmente este invento fue adquirido por la Armada de Francia, en donde recibió grandes elogios y obtuvo la Palma de Oro y dos veces la Palma de Bronce, una distinción que por esos años tenía el mismo prestigio que luego alcanzaron los premios Nobel.
Fotos:
1. Fotografía de Tebaldo Ricaldoni
2. y 3. Planos del submarino.
4. Modelo del submarino en el taller.
5. Foto de la revista “Caras y Caretas” del año 1901, con el modelo de submarino construido en 1892.
Fuentes:
“Tebaldo Jorge Ricaldoni: ¿inventor o científico?”, María Cecilia von Reichenbach, Myriam Hara, Mónica López D´Urso
“El submarino que no logró emerger de la indiferencia”, diario Hoy, 17/9/2006
“El submarino de la revolución de Ensenada”, Revista Tiempos, 25/1/2009
“El inventor oculto”, diario El Día, 01/05/2011
Sí por favor podrían corregir el nombre de mí abuelo paterno. Se llamaba Tebaldo José Ricaldoni.
ResponderBorrar@UNIVERSALIS ese nombre es el que figura en el artículo mencionado, que está publicado en SEDICI, el cual no lo escribí yo.
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