Los que la vieron caminando por el barrio de La Loma, cuentan que apareció por la zona de repente y de la nada. En Tolosa, los vecinos testimonian haberla visto en varias calles a la vez, y todas al mismo tiempo. La descripción es casi la misma: una mujer alta, delgada y enteramente vestida de negro; de los pies a la cabeza. Algunos dicen que lleva un sombrero con ala y un tul cubriéndole el rostro. La llaman la viuda, y es todo un misterio.
La primera historia de la viuda la refirió un taxista. Dijo que lo sucedido fue tan real que, durante años -hasta que pintaron la pared- si alguien buscaba pruebas, lo único que tenía que hacer era mirar un dibujo estampado en cierto muro del cementerio.
Todo empezó en una tarde de lluvia, casi de nochecita. El taxista venía trabajando desde la madrugada. Había resuelto hacer un último viaje y luego regresar a su casa. Fue en ese momento, cuando todavía circulaba por las calles del centro, que lo detuvo una mujer. Vestía de una forma llamativa: sombrero negro, abrigo negro, zapatos negros, guantes negros. Hasta entonces, el taxista nunca había escuchado hablar de la viuda, por eso frenó el auto y la levantó. La mujer se acomodó en el asiento trasero y, con voz grave y seca, dijo: “Al cementerio”. El taxista cayó en la cuenta de que, a esa hora, el cementerio estaba cerrado. A la pasajera pareció no preocuparle ese asunto; le indicó al conductor que no se detuviera en la entrada principal y que siguiera por un callejón paralelo, rodeando el largo paredón. La mujer pagó el viaje y descendió frente a la puerta. Pero no intentó cruzarla, pasó de largo y continuó caminando hacia el fondo de la calle, pegada a la pared. El taxista la miró intrigado por el espejo retrovisor, mientras la silueta empezaba a perderse en las sombras. De pronto, la vio detenerse frente al paredón y después, como si su cuerpo pudiera disolverse, la mujer atravesó la pared en dirección al cementerio. Un segundo después, la calle estaba vacía. Espantado, el hombre dudó entre haber presenciado algo siniestro, o haber sufrido una ilusión óptica.
La primera historia de la viuda la refirió un taxista. Dijo que lo sucedido fue tan real que, durante años -hasta que pintaron la pared- si alguien buscaba pruebas, lo único que tenía que hacer era mirar un dibujo estampado en cierto muro del cementerio.
Todo empezó en una tarde de lluvia, casi de nochecita. El taxista venía trabajando desde la madrugada. Había resuelto hacer un último viaje y luego regresar a su casa. Fue en ese momento, cuando todavía circulaba por las calles del centro, que lo detuvo una mujer. Vestía de una forma llamativa: sombrero negro, abrigo negro, zapatos negros, guantes negros. Hasta entonces, el taxista nunca había escuchado hablar de la viuda, por eso frenó el auto y la levantó. La mujer se acomodó en el asiento trasero y, con voz grave y seca, dijo: “Al cementerio”. El taxista cayó en la cuenta de que, a esa hora, el cementerio estaba cerrado. A la pasajera pareció no preocuparle ese asunto; le indicó al conductor que no se detuviera en la entrada principal y que siguiera por un callejón paralelo, rodeando el largo paredón. La mujer pagó el viaje y descendió frente a la puerta. Pero no intentó cruzarla, pasó de largo y continuó caminando hacia el fondo de la calle, pegada a la pared. El taxista la miró intrigado por el espejo retrovisor, mientras la silueta empezaba a perderse en las sombras. De pronto, la vio detenerse frente al paredón y después, como si su cuerpo pudiera disolverse, la mujer atravesó la pared en dirección al cementerio. Un segundo después, la calle estaba vacía. Espantado, el hombre dudó entre haber presenciado algo siniestro, o haber sufrido una ilusión óptica.
No aguantó quedarse con la intriga. Dio marcha atrás y en el paredón, justo en el sitio ese, se encontró con un manchón inquietante, como recién estampado. Era la imagen en tamaño natural de la mujer de negro. Hasta el ramo de flores se veía.
Otra vez la vieron en Berisso, pero no fue una sola sino que fueron dos las mujeres vestidas de negro. Caminaban muy juntas, porque se desplazaban leyendo el mismo libro. Tan concentradas iban en la lectura que ni siquiera miraban dónde apoyaban los pies. Ni falta que les hacía porque -y eso sí que parecerá bien extraño, pero fueron varios los vecinos que las vieron- las dos levitaban a unos diez centímetros del suelo.
Algunos dicen que cuando la viuda aparece es que está anunciando alguna desgracia. Otros, por el contrario, aseguran que ver a la viuda les trajo suerte.
Fuente:
"La viuda negra", revista Tiempos, 28/11/2004
Cuidado, no hay que asustarla.
ResponderBorrarhttps://www.youtube.com/watch?v=EfcKg_v9WIQ