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10 de julio de 2011

Historias del cementerio de La Plata (parte III)

Después de la primera y segunda parte, hoy publico la última de la serie de historias del Cementerio de La Plata, escritas por Olga B. Flores en su publicación Anécdotas y mitos que involucran a muertos... y vivos. Créditos de la foto del cementerio de La Plata para yoti.



Perro fiel
Al morir la dueña de uno de los bares cercanos al cementerio, su perro hizo lo posible para estar al lado de ella: cada mañana, cuando se abrían las puertas de la necrópolis, la mascota entraba, se dirigía a la tumba de su dueña y se echaba allí hasta la hora que el cementerio cerraba sus puertas. Al poco tiempo, el perro fiel también murió.


El misterio de la rubia hermosa
Esta historia no
tiene más de 20 años y dice que una noche, en pleno centro de la ciudad, una joven rubia, que llevaba un saquito negro sobre sus hombros, paró un taxi y le dijo que se dirigiera hasta el cementerio. Cerca del lugar le pidió al chofer que estacionara sobre uno de los laterales. Cuando el auto paró, le dijo “ya vuelvo”. De a poco se fue acercando al paredón y, de un momento a otro, desapareció como si lo hubiese atravesado. Al día siguiente, el taxista fue hasta el cementerio con un grupo de colegas para mostrarles el lugar exacto del muro donde había desaparecido la rubia. Luego, acompañados por empleados del cementerio, dieron la vuelta para fijarse qué había del otro lado del paredón. La sorpresa fue grande cuando, muy cercano al tapial. colgado en una cruz de una de las tumbas, hallaron el saquito negro que vestía la joven.


Otros personajes

Además de estos relatos, por el cementerio circulan una serie de personajes con características más que particulares.
Con su forma de ser y sus cuentos, viven en la memoria de los que conocen el barrio y frecuentan el camposanto.
Los más memoriosos recuerdan:
* al hombre que todos los días, durante más de treinta años, le dejaba una flor a su mamá hasta el día antes de su muerte;
* a la señora que se encerró en una bóveda un 24 de diciembre a la tarde para esperar la Nochebuena junto al cajón de su difunto esposo;
* o al “loco”, que trabajaba en mantenimiento y, cada vez que se tocaba la campana de la capilla, sacaba una pistola y disparaba; También se cuentan hechos trágicos, como aquellos que decidieron acabar con su vida al lado de la tumba de sus seres queridos.

25 de noviembre de 2010

El fantasma de Inacayal no era el único

Como conté en la última entrada del blog, en el Museo de Ciencias Naturales ocurrieron muchas cosas extrañas que se le adjudican al fantasma del cacique Inacayal, pero en un principio esto no era así.

Roque Díaz, el hombre que cuenta estas histor
ias, dice que al llegar al Museo cada vez que las puertas se cerraban solas o se oían ruidos extraños, se comentaba que era por Gabino: “Muchas veces, yo estaba en laboratorios con empleados de larga trayectoria en el museo, que además habían trabajado sus padres y abuelos, y escuchábamos que alguien golpeaba la puerta. Nos fijábamos y no había nadie. Entonces todos decían: “Pasá Gabino”. Y si se abrían las puertas y ventanas por el viento o no sé por qué extraña razón, más de uno comentaba: Hoy Gabino anda con todo”.

Roque pasó mucho
tiempo preguntándose quién era Gabino, y por ello inició una investigación que lo llevó a leer los diarios de viaje del Perito Moreno por la Patagonia. En esos textos se entera que en 1878 Moreno cayó prisionero del cacique Sayhueque y estuvo varios días prisionero de los mapuches, hasta que uno de los indígenas engaño a los otros y lo ayudó a escapar; su nombre era Gabino.

Como Gabino sabía
hablar castellano, se convirtió en colaborador de Moreno para establecer contacto con las diferentes tribus indígenas. También se cree que fue Gabino uno de los tantos aborígenes que vino a vivir en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata y pudo servirle a Moreno para traducirle lo que decían los aborígenes a los científicos que visitaban el museo, aunque esto no pudo ser comprobado. Gabino desapareció misteriosamente y no se sabe que pasó con su cuerpo, ya que nunca fue hallado. Algunos creen que Gabino nunca vivió en el museo, mientras otros sostienen que su esqueleto es uno de los tantos que se guardaron sin nombre en el subsuelo.

Fue por esto que
comenzó la leyenda del fantasma de Gabino en el museo, que más tarde también se confundiría con la del fantasma de Inacayal, sin saber si el fantasma era uno solo o no. Roque Díaz comenta: “La gente, de generación en generación, atribuye las cosas extrañas que suceden a Gabino. Creo que era una persona sigilosa. Que andaba sin hacer ruido. Por eso se dice que abre puertas y ventanas. Pero no creo que haya muerto acá como otros aborígenes de los que sí hay pruebas de que vivieron en este lugar”.

Sin embargo, el técn
ico Héctor Díaz cree que los sucesos extraños se deben a la arquitectura del edificio del bosque: “En estos edificios, sobre todo en la parte de abajo, hay como un microclima que hace que afuera no haya nada de viento, pero adentro sí hay como un movimiento de aire, que es la diferencia de temperatura. Casualmente, cuando se habla de fantasmas, se dice que se siente un aire por detrás de la nuca que provoca rubor. Y eso es lo que ocurre en el museo”.

Para sumarle más misterio a la historia de Gabino, el 24 de octubre de 2007 unos obreros que trabajaban en una vieja cisterna del museo hallaron un esqueleto sin identificar detrás de una pared, en un lugar completamente inaccesible. Algunos creen que podía ser una pieza de colección, posiblemente el cuerpo nunca hallado de Gabino, mientras que otros dicen que no se trata de una pieza de colección del museo ya que no tiene ningún número de catálogo.


Fotos:
1. Hall de entrada al Museo de Ciencias Naturales de La Plata. En el centro se ve el monumento al Perito Moreno.
2. Roque Díaz, el hombre que narra las historias del fantasma de Gabino e Inacayal.
3. Título del artículo publicado en el Diario Hoy, que relata el hallazgo de un esqueleto perdido en el museo.

Fuentes:
“La misteriosa historia de Gabino”, Diario Hoy, 5/1/2008
“Gabino, el fantasma del museo”, Revista Tiempos, 18/3/2007
“Encuentran esqueleto humano en una demolición en el museo”, Diario Hoy, 31/10/2007

20 de noviembre de 2010

Un fantasma en el museo

En la última entrada del blog conté la historia de los indígenas que fueron encerrados en el Museo de Ciencias Naturales y murieron allí a fines del siglo XIX, destacándose entre ellos la figura del cacique Inacayal.

Después de morir
por motivos desconocidos, el esqueleto del cacique fue descarnado y puesto en exhibición durante unos 50 años. A partir de ese momento comenzaron a ocurrir cosas extrañas en el museo, las cuales se le adjudican al alma en pena de Inacayal que sigue deambulando por el edificio donde pasó atrapado sus últimos días.

Se habla de un escozor en la espalda, cajones que se desordenan solos, e incluso que algunas noches se escucha al fantasma de Inacayal susurrando y renegando en su lengua. “Muchas veces nos pasa que estamos yendo de laboratorio en laboratorio con otros compañeros y escuchamos que alguien golpea la puerta. Nos vamos a fijar y nunca hay nadie”, afirma Roque Díaz, un hombre de 76 años que trabaja como auxiliar en el museo desde los 12. Roque también afirma que por estos ruidos extraños en las noches, cuando había menos iluminación muchos serenos no aguantaron y renunciaron.

Se dice que muchas veces, al transitar los pasillos del subsuelo (en donde pasaron sus noches los indígenas), se escuchan pasos persecutorios aunque no haya nadie más allí. Roque también cuenta una anécdota que se le atribuye al fantasma del cacique: “Una vez, cuando no había nadie en el edificio, vino gente de la Fundación Francisco Pascasio Moreno. Ya era tarde así que les abrí para que hicieran el relevamiento de unos cuadros. Después me fui a la entrada. Al cabo de unas horas apareció en la puerta un señor que venía a avisarme que esta gente lo había llamado porque se habían quedado encerrados en un laboratorio”. Lo que pasó esa noche fue que la puerta se cerró tan fuerte que trabó el picaporte, aunque nadie se explica cómo sucedió.


Fotos:
1. Foto del cacique Inacayal, quien permaneció prisionero y murió en el museo.
2. Inacayal sentado en el suelo del primer piso del museo, mientras es pintado por José Bouchet (foto tomada posiblemente en 1887). La foto inferior es cómo se ve esa sala actualmente.
3. Otra foto actual del lugar en donde fue fotografiado Inacayal.
4. Frente del Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Hay quienes dicen que el cacique murió al ser empujado desde lo alto de esas escalinatas.

Fuentes:
“El fantasma del Museo”, Revista Crítica de la Argentina, 3/11/2008
“Fantasmas deontológicos en el Museo de La Plata”, Diario Clarín, 15/4/2009

26 de octubre de 2010

El fantasma de la cárcel de mujeres

En 1913 se construyó en Lisandro Olmos un edificio de tres pisos para servir como hospital para enfermos de tuberculosis. Unos años después dejó de funcionar allí, ya que el clima frío y húmedo de esta región no era el mejor para tratar esa enfermedad; por eso en 1935 se lo reforma para transformarse en la cárcel de mujeres.

El cuidado de las reclusas estuvo a cargo de las Hermanas del Buen Pastor, una congregación que también administraba y brindaba sus servicios en cárceles de Córdoba y Buenos Aires.

Aunque la cárcel dejó de funcionar allí en 1991 para ser una Unidad Hospitalaria de Agudos, cuenta una leyenda que el fantasma de una de las monjas deambula por los pasillos del edificio de 51 y 197. Esa historia la relatan Eduardo Reichman (director médico de la comunidad terapéutica) y Luis Amaya: “Las hermanitas del Buen Pastor atendieron a las internas durante años y años y ahora algunos del personal y detenidos dicen que se ve caminar por los pasillos del penal a la noche, al espíritu de una monja que se traslada sin hacer ruido”.



Fotos:
1. Foto actual del edificio.

Fuentes:
“Historias y fantasmas de la vieja cárcel de mujeres”, Diario El Día, 26/4/2002