En el año 2005 fue beatificada por el papa Juan Pablo II una religiosa argentina que vivió gran parte de su vida en la ciudad de La Plata: Sor María Ludovica. A ella se le atribuyen varios milagros ocurridos en nuestra ciudad, incluso después de su muerte:
“Nuestro bebé de cuatro meses estaba en compañía de su hermanita de seis años. Nos avisa que el bebé estaba en la pileta, lo encontramos con mi esposo flotando, morado, hinchado. Lo saqué de la pileta, lo acosté en el césped, le apreté con fuerza los pulmones y el agua salió a borbotones. ¡Está muerto!, grité. Seguí haciendo la misma práctica, respiración boca a boca, pero no reaccionaba. En viaje al Hospital de Pilar lo iba reanimando. De ahí fue trasladado al Hospital de Niños de La Plata. El bebé llegó inconsciente, le colocaron respirador artificial, monitores, canalización, estaba sin vida.
En el hospital lo bautizaron y el sacerdote lo encomendó a la Sierva de Dios Ludovica. Rezamos continuamente a ella y cuando lo hacía se me llenaban los ojos de lágrimas: la imaginaba junto a la cama de mi hijito, con dulzura y cariño, y vi cómo se recuperaba cada vez que la invocaba, hasta llegar a su curación completa, sin secuelas neurológicas”.
“En diciembre de 1988 fue internado en el Hospital de Niños de La Plata el pequeño Lucio, de seis meses de edad. Su mamá lo acompañaba con mucha preocupación porque el pequeño se negaba a alimentarse y debían hacerlo por medio de sondas.
El 28, comenzó a invocar la intercesión de la Superiora Ludovica. Cuando le trajeron el biberón, la mamá mirando la estampa de Sor Ludovica dijo: Haz que se produzca este milagro, ya no quiero ver a mi hijo con sondas y que lo pinchen en todo el cuerpo para ponerle el suero.
Seguidamente le acercó a la boca el biberón y el niño comenzó a tomar con ganas. Fue tan grande la alegría de su madre que comenzó a reír y llorar. Luego continuó alimentándose normalmente, suspendiendo la medicación. Ya curado, regresó a Mendoza, su ciudad”.
“Fernanda fue internada en estado grave en el Hospital Sor María Ludovica. Los médicos diagnosticaron varicela hemorrágica con gran disminución de plaquetas y anemia.
Al día siguiente dijeron que no pasaría la noche. A la tarde, la religiosa de la sala junto con el papá rezaron la oración para obtener por intercesión de Sor María Ludovica la gracia de la curación de esta niña. La mamá también rezaba en el hall del hospital ante la estatua que recuerda la memoria de la Superiora Ludovica.
La niña recobró totalmente su salud. La mamá concluye su testimonio escrito diciendo: Tengo fe de que la Sierva de Dios intercedió en nuestro favor”.
“El 21 de julio de 1985, Juan José, que acababa de cumplir seis meses, se enfermó. La fiebre alta, el llanto intenso y sus movimientos hacían intuir que tenía mucho dolor de cabeza.
El día 25 fue internado en el Hospital de Florencio Varela, y el 27, ante la imposibilidad de curarlo, los médicos lo derivaron al Hospital de Niños Sor María Ludovica de La Plata. Fue internado en terapia intensiva de lactantes. Los médicos diagnosticaron una meningoencefalitis, diciendo que su estado era gravísimo, ya que el mal llevaba varios días de evolución. No daban esperanzas y aseguraban que, si se salvaba, quedaría con grandes secuelas neurológicas.
Los padres encomendaron la curación de Juan José a la Superiora Ludovica, rezando todos los días la oración para obtener gracias por su intercesión.
A fines de septiembre, el niño fue dado de alta y se recuperó completamente, sin secuelas”.
Otro de los milagros ocurrió en el cementerio de La Plata, más precisamente en la bóveda de Sor María Ludovica. Allí fue llevada por sus padres la niña Antonella Cristelli, quien nació en 1988 con una patología congénita conocida como espina bífida con las vías urinarias, vejiga y un riñón severamente deteriorados y los miembros inferiores inmovilizados. Luego de esto Antonella se curó totalmente, y este milagro reconocido por el Papa ayudó a la beatificación de la religiosa.
También realizó un milagro en La Plata la Santa Madre María Josefa Rossello, en el año 1911.
“Sentí una mano que recorría mi cuerpo y, a medida que pasaba, los dolores desaparecían”. Así describió Sor María del Espíritu Santo su recuperación de una severa tuberculosis que durante meses la tuvo postrada en una cama, al borde de la muerte. La hermana del Espíritu Santo, maestra de cuarto grado del Colegio Nuestra Señora de la Misericordia (44 entre 3 y 4), de 30 años, había contraído -en 1907- tuberculosis. La enfermedad, según los estudios médicos, era irreversible.
Las hermanas de la Misericordia decidieron realizar una Novena (nueve días de rezo a un Santo) a Rossello.
El 1º de julio, a las 21, Sor del Espíritu Santo se encontraba acompañada de la hermana superiora (Carmen Doile) y su madre biológica, mientras que las demás monjas cenaban en otro sitio de la institución. En ese momento, Doile observó que algo extraño pasaba en el rostro de la maestra enferma, hecho que la llevó a pensar en la muerte y dio aviso a las demás religiosas para que se acercaran a orar.
Las monjas se pusieron de rodillas para rezar, pero en ese momento Sor del Espíritu Santo se sentó en la cama, tiró la venda que le cubría la frente y dijo: “Ya estoy bien, no me duele nada, estoy sana”. La situación dejó inmóviles a las hermanas y ante la insistencia de la maestra enferma con su repentina sanación, sólo atinaron a pedirle que “si estaba curada, bajara de la cama y se arrodillara ante el retrato de Rosselllo para agradecer la curación”. Y así fue. El primer milagro de la fundadora del Misericordia se había consumado.
El Papa Pío XI (1857-1939) fue el encargado de ordenar la beatificación de Josefa Rossello, luego de la milagrosa sanación en el Colegio Nuestra Señora de la Misericordia de La Plata. Una vez comprobado el hecho sobrenatural se sucedieron tres milagros más en Italia que no sólo ratificaron la beatificación sino que posibilitaron la canonización de Rossello el 12 de junio de 1949 en manos de Pío XII.
Otros milagros ocurrieron en 11 y 51, donde actualmente se encuentra el Colegio San José, fundado en 1902 por San Miguel Garicoits.
Angela Zanini, religiosa de la Sociedad de María consagrada a la educación de niñas sordomudas que funcionaba en 11 y 51, padecía desde hacía dos años de un fibroma con dolores viscerales que la tenía postrada en cama, en grave estado de salud.
Con la esperanza de salvarla, las religiosas y las niñas de la casa imploraban al Padre Garicoits. El 9 de julio de 1936, no pudiendo conciliar el sueño a causa del dolor, Zanini invocó al Santo con mayor confianza, y este apareció en medio de una suave luz: “Hace tanto que me suplicas”, dijo el Santo. Y tras prometer salud para hacer mayor la gloria de Dios, agregó: “Pues bien, ya estás sana”. Luego sonrió, la bendijo y lentamente desapareció.
El segundo milagro atribuido a Garicoits también se realizó en el edificio de 11 y 51. Allí, Blanca Simioni, una niña de 10 años, era afectada por una gravísima infección de tifus, complicado con miocarditis y enterorragia, tóxica y orgánica.
Sin esperanzas de curación posible, sus padres, aconsejados por el médico, comenzaron una novena al Padre Garicoits, aplicándole una reliquia a la enferma. El 17 de mayo de 1935 la vida de la niña se esfumaba.Y en medio de constantes rezos, la pequeña quedó curada ante el asombro de los médicos, que no pudieron determinar las causas de la sanación.
Fotos:
1. Sor María Ludovica.
2. Sor María Ludovica en el Hospital de Niños.
3. Hospital de Niños de La Plata “Sor María Ludovica”.
4. Sor María Ludovica.
5. Placa de Sor María Ludovica en el Cementerio de La Plata.
6. Josefa Rossello.
7. San Miguel Garicoits.
8. Foto antigua del Colegio San José de La Plata.
9. Escultura de San Miguel Garicoits en 11 y 51.
Fuentes:
“Curaciones milagrosas”, Diario Hoy, 4/10/2004
“La Plata, una ciudad bendecida por diversos milagros”, Diario Hoy, 12/10/2004
3 comentarios:
Mas allá de toda la religiosidad de la gente, los milagros en el hospital de niños de LP son hechos en cantidad por todos los médicos y enfermeras que tratan a cada uno de los chicos como si fueran únicos.
Fui 11 años al colegio Misericordia y una de las historias que más nos contaban durante los primeros años fue la de la Hna. Rossello, bien contada esa historia conmueve, así como todas las de Ludovica.
La ciudad es una gran fuente de historias de sanación y milagros que, crea uno o no, pueden conmover.
Buena entrada! me recordó mis años de pequeña en el colegio... Por cierto, la capilla del colegio tiene un apartado para Josefa Rossello, para el/la que quiera conocer.
Saludos!
@S: Gracias por tu comentario y el testimonio que acabás de dejar en esta entrada. Yo de chico tuve algunos problemas de salud e iba seguido al hospital, y doy fe de la calidad de los médicos que hay allí.
No conozco la capilla de Rossello, ojalá pueda pasar por ahí algun día.
Les cuento que por cada niño que nace le pido en silencio a Sor María Ludovica, en este momento estoy pidiendo por Pedrito de 5 años, que gracias a Dios va mejorando.
En otra ocasión pedí por una niña a quien le dijeron que no iba a caminar ni sentarse y hoy camina.
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