En esta segunda parte sobre las historias de un exorcista en La Plata, contaré algunos de esos casos de exorcismos llevados a cabo por el padre Carlo Mancuso:
1. La catequista
Era una noche de luna llena en el invierno de 1984. Mancuso había sido llamado para que visitara a una catequista que de un día para el otro había transformado su personalidad, y tras varias consultas a los médicos no había mejorado. Tras caminar por un largo pasillo, tocó la puerta de la casa. Lo hicieron pasar y vio a la catequista tendida en la cama, en compañía de su madre y un sacerdote amigo de la familia. Inmediatamente entró, la mujer comenzó a escupirle y gritar “¡Fuera, basura!”.
Como Mancuso todavía no era exorcista, a la mañana siguiente acudió al padre Sagrera a contarle lo ocurrido. Este sacerdote de 85 estaba podando una parra en el jardín y sin dejar su trabajo, sentenció: “Está endemoniada”.
En esa época para realizar exorcismos había que pedir la autorización del monseñor Antonio Plaza, quien le dijo a Mancuso: “Háganlo pero con mucha prudencia, tal vez no se trate de una poseída sino de una enferma.”
El exorcismo se programó para la semana siguiente. Para llevar a cabo el mismo se eligió la parroquia San José, a donde acudieron seis religiosos para ayudar al padre Sagrera. A las 10 de la mañana la catequista fue llevada por sus familiares al templo, que fue cerrado al público.
Los auxiliares pusieron una manta en el suelo, y Mancuso pidió que la sostuvieran entre todos. La catequista lo miró a los ojos y le dijo “Ah, me tenes miedo”. Antes de comenzar el exorcismo, el sacerdote le preguntó “¿Por qué estás aquí?”, “Porque me enviaron. Ella me fue consagrada a mi”. “¿Y quién te la consagró?”. “Ah, eso no te lo voy a decir”.
Bajo ordenes del padre Antonio, comenzaron los rezos y unciones a la catequista, que respondió con insultos y pataleos. Mancuso le acercó el crucifijo y le advirtió: “Este te va a vencer”. La catequista respondió con voz ronca: “A ése yo ya lo vencí”. “¡Eso lo vamos a ver!” respondió el sacerdote, quien le arrojó agua bendita y continuó con los rezos.
Como el exorcismo se extendió por varias horas, tuvieron que parar para descansar. Fue entonces cuando uno de los auxiliares le dijo a Mancuso “La bronca es con usted”, ya que pese a que no lideraba el exorcismo, el odio del demonio se enfocaba hacia él. “Fue como un aviso. Una premonición y un aviso por todos los combates que libraríamos él y yo a partir de entonces”, afirma Mancuso.
Después de esa lucha entre el bien y el mal, repentinamente todos escucharon una voz: “Abandono”, y la chica recobró inmediatamente la conciencia. Un estudiante de medicina que presenció todo, comprobó que en el pico máximo de tensión la catequista tenía 72 pulsaciones, como si estuviera durmiendo una siesta.
Un tiempo después, Mancuso se enteraría de cómo fue que el demonio atacó a la catequista. Resulta que ella estaba de novia e iba a casarse, pero la suegra no estaba a favor del matrimonio y le pagó a un brujo para lanzarle un maleficio. El mago le dio un preparado y le indicó que lo mezclara con frutillas e hiciera con ello una torta para la catequista. Después de comer de esa torta, la chica comenzó a vomitar un líquido espeso, cambió totalmente su personalidad y comenzó a agredir e insultar a todas las personas que estaban con ellas… el demonio la había poseído.
2. Un pacto con el diablo
Otro exorcismo que recuerda Mancuso ocurrió al año siguiente. Fue un chico de 20 años de Santiago del Estero.
Esta persona a la que llamaremos Gonzalo para preservar su identidad, se contactó con una secta que practicaba magia negra e hizo un pacto con el diablo. Le entregó su alma a cambio de que hasta los 60 años iba a tener mujeres, dinero y placeres sin trabajar, pero a esa edad iba a morir para luego ir al infierno.
Mancuso dice que para obtener estos placeres, el demonio le iba pidiendo ofrendas cada vez más exigentes; hasta que en un momento le pidió la vida de su sobrino de 8 años. Gonzalo le dijo al diablo “hacer pactos es una cosa, pero ser asesino es otra cosa distinta; yo esto no lo quiero hacer”, ante lo cual el demonio le respondió “no te quiero más” ¡Pum! “Le pegó en la nariz, con lo cual se ve que el diablo tenía forma humana y le quedó toda hinchada. Yo le pregunté por qué tenés la nariz así: ‘Porque me pego el diablo, cuando se enojó conmigo me pegó’. Y no solamente que le pegó sino que se le quedó adentro; él quedó poseso por el diablo.”
Desde ese día comenzó a tener comportamientos perversos, a manifestar que cargaba con una venganza infernal y que llevaba en su interior un espíritu demoníaco. Lo revisaron psiquiatras y médicos y lo trajeron a La Plata en ambulancia. Allí vivía su madre, quien lo hizo ver en institutos de alta tecnología médica.
Gonzalo cometía locuras en períodos irregulares y de manera intermitente. Lo ingresaron finalmente en un manicomio y, después de unos días de observación, un psiquiatra encaró a la familia: "Llévenlo a un sacerdote especializado para que lo curen de la parte espiritual". Así fue como la familia de Gonzalo contactó a Mancuso para realizarle un exorcismo.
Mancuso y sus auxiliares se reunieron con un médico que quería presenciar el exorcismo y viajaron hasta el barrio de Olmos, en donde Gonzalo estaba viviendo solo en una precaria vivienda. Tenía atemorizados a los vecinos, quienes decían haberlo visto masticar vidrio, tragar cuentas de rosario, destruir crucifijos. También había atacado a su madre, intentado estrangular a un hombre, había roto los vidrios de las ventanas y dormía en el suelo como un animal.
Cuando fueron a buscarlo, al pasar cerca de la Cárcel de Olmos, Mancuso les pidió a unos guardiacárceles que lo acompañaran para ayudar a sostener a Gonzalo. “Los guardias se rieron y nos acompañaron al lugar”, dice. “Al observar la furia desatada en el muchacho, los hombres trataron de agarrarlo, pero todo fue inútil. Nadie se atrevía a acercarse porque daba miedo”. El exorcista y sus ayudantes ingresaron a la casa donde estaba Gonzalo, pero cuando este vio que el sacerdote llevaba agua bendita, saltó por la ventana y huyó a campo traviesa sin que pudieran atraparlo.
Después de un par de horas, le avisaron que lo habían encontrado tirado durmiendo en el suelo de una vieja casa de la zona, y que tras atraparlo lo llevaban maniatado a la iglesia de San Cayetano para realizar en ese lugar el exorcismo.
Unas veinte personas acudieron a la iglesia y a duras penas podían sostenerlo, ya que tenía una gran fuerza y se sacudía violentamente durante el exorcismo. Tuvieron que ponerlo boca abajo y sujetarlo bien para que no pudiera zafarse ni lastimar a nadie. “Gruñía como un chancho. Nosotros podemos gruñir, pero no deja de ser una imitación, es el gruñido de un hombre. Pero este era perfecto, era un chancho. […] Los momentos que él estaba bien decía ‘agárrenme, átenme, porque me va a llevar’ ”.
Después de una hora de practicarle el ritual en latín, el joven se aplacó y terminaron los alaridos y extraños balbuceos. Fue en ese momento cuando pudo contarle a Mancuso sobre el pacto con el diablo que lo había llevado a esa situación. Luego, en señal de arrepentimiento, pidió que lo llevaran en andas hasta el sagrario y allí besó los pies de Jesucristo: todo había terminado.
3. Los sueños de Miguel
Miguel era un hombre de Entre Ríos y desde hace tiempo era miembro de una secta satánica de su ciudad. En un momento, al igual que el caso anterior, se resistió a los pedidos que le hizo el diablo y fue poseído por el mismo al ingerir alimentos preparados por el mago local. Desde entonces comenzó a tener convulsiones, a cometer actos violentos y desarrolló una tendencia autodestructiva.
Fue tratado por médicos y psiquiatras, y un sacerdote local le diagnosticó una “posesión diabólica”. Lo más extraño fueron sus sueños, en donde se le aparecía una monja que señalando el rostro de un hombre le decía “este hombre puede salvarte del averno”. Al borde del suicidio, creyendo que realmente estaba tomado por el demonio, con la ayuda de familiares viajó hasta La Plata a visitar a Mancuso.
Ya en el despacho del exorcista platense, Miguel reconoció que él era el hombre indicado por la monjita en sus sueños. Mancuso comprobó que este hombre estaba poseído y preparó todo para realizarle un exorcismo.
La iglesia fue cerrada para realizar allí el exorcismo. Se colocó una frazada en el suelo y allí fue ubicado Miguel, que tuvo que ser sostenido por cinco hombres mientras Mancuso recitaba oraciones en latín, e invocaba a Jesucristo mediante un crucifijo y agua bendita.
En un momento el poseído le dijo a Mancuso con una voz que no era la de Miguel “Bueno, ahora podemos negociar”, aunque no había negociación posible y el ritual continuó hasta que el demonio fue expulsado.
Ya recuperado, Miguel fue a la Catedral de La Plata a agradecerle a Dios. También concurrió a la santería y con una gran sorpresa identificó a la monjita que le había señalado al padre Mancuso: Era sor María Ludovica, una monja que vivió durante muchos años en La Plata, ayudando a los niños del hospital que actualmente lleva su nombre.
4. Un caso extremo
Una noche llegó a la iglesia de San Francisco en donde atendía Mancuso, un hombre de unos 40 años de un pueblo del interior de la provincia. Estaba en posición fetal en la iglesia; Mancuso comenta “Ese día no hacía exorcismos; sólo atendía consultas, pero lo vimos tan mal que con mis ayudantes le dimos el primer número.”
Pero el hombre no les dio tiempo de reacción: De pronto entró en un estado violento y se puso a gritar, insultar y agredir a quienes estaban allí. Ni siquiera entre cinco personas podían contenerlo: “Adentro del hombre había un animal que rugía. No puedo precisar qué animal era, pero era una fiera, una fiera inteligente que hablaba y se burlaba de mí”, dice el sacerdote.
“Era un muchacho alto y fuerte, pero al estar endemoniado tenía más fuerza y mis ayudantes no lo podían sostener” […] “Se puso tan violento que tuvimos que llamar al 911. Los policías se pusieron blancos como el papel. Los hombres no lo podían sostener, se subió a un banco. Cuando los ayudantes le dijeron que se quedara quieto, el diablo les respondió ‘¿No te enseñaron que no tenés que hablar con el diablo?’. ”
“Fue uno de los casos que más me conmocionó por la dificultad. El exorcismo siempre se hace de la misma forma, pero no siempre el resultado es el mismo”, señaló, y agregó: “Este joven ya había sido exorcizado otras veces, y ésta era la tercera vez que se exorcizaba.”
“En principio creí que se trataba de un endemoniado, pero eso fue al principio. Por lo general, cuando uno avanza en el ritual de sanación, el cuerpo del poseído se debilita y va perdiendo brutalidad, que era lo que ocurrió las veces anteriores. Pero aquí fue todo lo contrario: el hombre se ponía cada vez más violento, insultaba como loco y había que sujetarlo entre varios para que no le pegara a nadie. Hubo momentos de miedo y mucha tensión. Por eso llamamos a la policía de la seccional 9ª. Después, cuando se lo llevaron, me quedé pensando y comprendí que había algo que no cerraba. Nunca en un caso de posesión real los poseídos responden de esa manera. Mi sorpresa fue cuando me enteré que esta persona estaba siendo atendida por un psiquiatra y que tenía medicación. Ahí todo empezó a cobrar otro sentido. Y es por eso que ahora sospecho que en realidad podría tratarse de un simple caso psiquiátrico.” El episodio fue “extremadamente violento por la agresividad que presentaba el hombre. Eso es lo raro. Cuando uno hace un exorcismo, el endemoniado cede. Salvo cuando se trata de una persona con las facultades mentales alteradas.”
Tras estos episodios violentos, el exorcista pudo hablar con el padre de este hombre, quien le confesó que su hijo estaba bajo tratamiento psiquiátrico: “hablé con su padre y me dijo que le iban a cambiar la medicación. La persona tiene cuadros violentos y es atendida por un psiquiatra, por lo que sospecho que en realidad no se trataría de una posesión diabólica tal como la conozco, sino de un caso que entra dentro del terreno de la psiquiatría.”
“La sanación religiosa la hice porque creí que era lo correcto y porque yo soy exorcista, pero ahora que me enteré que le están dando medicación y que el hombre tiene un psiquiatra a cargo, entiendo que todo puede tratarse de una confusión. Ya le pedí al padre de este hombre que siguiera el tratamiento con el médico. El exorcismo, para estos casos, no sólo no sirve, sino que puede empeorar las cosas.”
Fotos:
1. Parroquia San José.
2. Padre Carlos Mancuso.
3. Cárcel de Olmos.
4. Carlos Mancuso en la parroquia.
5. Sor María Ludovica.
6. Iglesia de San Francisco.
Fuentes:
"El demonio no interviene tanto como se cree", diario La Nación, 14/2/1999
"Un cura ve indicios de satanismo", diario La Nación, 31/3/2000
"Quince personas por semana piden que las exorcicen", diario El Día, 20/8/2000
"Habla uno de los curas que practican el exorcismo", Semanario Colon Doce, 6/9/2007
"En la Provincia hay unos 20 exorcismos semanales", diario El Día, 17/8/2008
"El exorcista de la calle 6", diario La Nación, 18/7/2009
"Después de 33 años, dejó la parroquia de 6 y 64 el cura de los exorcismos", diario El Día, 6/8/2009
"Hay poseídos porque se practica magia o se hacen embrujamientos", La Capital MDP, 9/8/2009
"Escalofriante exorcismo en La Plata", diario Hoy, 18/1/2010
"Conmoción por un exorcismo en La Plata", diario Hoy 1/4/2010
"¿Poseído o alterado? Revuelo en una iglesia", diario El Día, 2/4/2010
"Me hice más famoso por el diablo que por Dios", La Nueva Provincia, 25/4/2010
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